INSÓLITA NOCHE
Me desperté en el
suelo. Estaba todo oscuro. Me dolía la cabeza, pero no quería cerrar los ojos
de nuevo. Todavía no tenía la certeza de si era un sueño o era realidad, por
eso, estaba desorientado. También me dolía las piernas, los brazos, el cuello…
todo el cuerpo. De pronto oí unos ruidos, parecía pinocha pisada. Pisada por
algún ser grande. En ese momento me puse nervioso y el ruido se acercaba poco a
poco. De repente, una cabeza se asomó. Era un caballo, mí caballo. Me miró,
pero no pareció reconocerme. Yo era su dueño, desde hacía más de 25 años, pero
no hubo ningún gesto en su mirada.
Pasó un tiempo de
tranquilidad y luego, escuché un ruido a mis espaldas. Parecían baifos
discutiendo. Pero no sólo el típico balido, sino que me resultaba familiar.
Tanto, que podía comprenderlo. Entendía lo que le decía el baifo más “machito”
a la hembra con la intención de seducirla, lo que los baifos más
tímidos se decían entre ellos con el fin de hacer nuevos amigos. Otros, los más
liantes, tramaban alguna locura. En ese instante me quise mover hacia ellos,
pero me sentía raro, más bien incómodo. Miré mis piernas y brazos, se habían
convertido en patas. Patas de cabra.
JEREMY MATTEONI NUTI
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